Credo quia absurdum




No puedo entender que existan mentes tan obtusas que puedan creer y, para más INRI, sostener, esa cosa a la que llaman Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana (SICAR), deduzco, pues, que a sus miembros se les puede denominar SICARios.
No concibo que haya gente inteligente, (puedo entenderlo si esa gente no se ha parado, un sólo instante de sus ajetreadas vidas, a reflexionar sobre ciertos asuntos), que crea que hay un tío que ha creado todo lo que vemos y mucho más, que además dicen que es todopoderoso, pero que “ha demostrado” ser un inútil, al mismo tiempo.
Este ser crea a dos personajes, macho y hembra, (¿de dónde habrá sacado esa idea si en el cielo no existe diferenciación de géneros?), para que una vez creados se rebelen, a las primeras de cambio, contra Él y sus desquiciados mandatos.
Que, a medida que va creando cosas y personajes, dicen que… “y vio Dios que era bueno”, y después de un tiempo se dé cuenta de que no le ha salido nada bien del todo, desde los angelitos (alguno le salió “rana” como le ocurrió con Lucifer) y una gran parte de la humanidad a la que decidió y decide a cada momento destruir por ser incapaz de perfeccionarlos.
Que crea personajes tan cómicos, tan patéticos y con tan poco juicio como el tal Abraham y al que decide proclamar el gran patriarca de las religiones más poderosas… ¿será seguramente para reírse de él y de toda su descendencia?
Que crea personajes tan masoquistas como el tal Job, para volcar sobre él toda su mente sádica y crear el masoquismo, antes de que nacieran el marqués de Sade y Sacher-Masoch.
No son los únicos personajes lúgubres, ya que la biblia nos presenta muchos más personajes de la misma calaña, como el famoso profeta Ezequiel a quien el Creador de todo, le hizo comer mierda, por un capricho de su demencial e incomprensible mente.
Que haga viajar a “su pueblo” durante 40 años padeciendo a través del desierto y al mismo tiempo, ellos mismos, masacrar a otros pueblos “enemigos” a los que su Dios debía de odiar, no se sabe por qué motivos y que encontraban por el camino hacia la tierra prometida.
Cerrar el antiguo libro y abrir otro mucho más absurdo. Con un personaje desconcertante, a quien sus presuntos seguidores llamaron Jesús y de quien aprovecharon su artificiosa fama para crear, de la nada, un imperio descomunal, que ha estado durante siglos por encima de toda autoridad terrenal, gracias a su extraordinaria manera de lavar los cerebros de los incautos.
Hacer a ese desventurado personaje un nuevo dios, hijo del anterior y a su madre terrenal una semidiosa (los griegos dirían que el tal Jesús no podría ser más que un semidiós, como lo fueron Perseo o Prometeo y algunos otros seres mitológicos), y que al no admitir el judaísmo más que un dios y ningún semidiós, lo hizo coincidir divinamente consigo mismo, es decir, con el padre, siendo padre e hijo, al que añadieron al llamado Espíritu Santo, uno sólo, para así hacer la historia más absurda y, por ende, más creíble entre la gente ignorante… “Credo quia absurdum”.
No se habla mucho de los curas arrepentidos, esos que una vez dentro de la vorágine clerical, deciden que no merece la pena seguir con las ilógicas propuestas de una vida ascética que no le van a llevar a ningún lugar en este mundo y mucho menos a otro totalmente incomprensible para una mente sana, a algunos les da por abusar de niños inocentes al sentirse frustrados por lo absurdo de sus incoherentes reglas sobre la sexualidad, a otros les dará por enriquecerse, no pagando, entre otras cosas, el IBI de sus múltiples y “sagrados” edificios, pidiendo o exigiendo dádivas y donaciones a sus incondicionales fieles y aliándose con el estado para recaudar el 0,07 “pert cent” en la declaración de la renta lo que les permite crear (siempre de la nada) bancos multinacionales para realizar negocios sucios (si es que existe algún negocio limpio),  otros callan, seguramente por miedo a denunciar los desmanes de esta gente que, con la excusa de inculcarnos la espiritualidad de sus dogmas, nos hunden en la miseria, mientras ellos disfrutan de lo material que, al fin y al cabo, es en lo que realmente creen.

Otros arrepentidos deben callar por miedo a ser perseguidos por el poderoso aparato de la SICAR, y prefieren dejar un testamento con la voluntad de destapar las miserias de la gran secta, como lo fue el cura Meslier allá por el siglo XVIII, de quien se conservan, a duras penas, sus póstumas y honrosas memorias, las de alguien que en vida no tuvo el valor de divulgar, por miedo a la inquisición.
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Chistecico:
Va uno y le dise a otro: "Oye, ¿tú le tienes miedo a los monstruos?"
"Yo ni a los monstruos ni al Malamén..."
"¿El Malamén? ¿Y ése quién es?"
"Ni idea, pero lo he oído mucho a la gente que reza: Y líbranos de todo Malamén"

(¿?)

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